Fahrenheit 451. (1966. Fahrenheit 451. Francois Truffaut)

A finales de los 60 la juventud francesa sufría una «enfermedad» que se curaba con la cultura prohibida. Y esa juventud quería un mundo distinto, una política diferente y sobre todo manifestarse contra el régimen social vigente.

Recuerdo leer «Un mundo feliz» de Aldous Huxley de adolescente y en mis estantes podían encontrarse esos libros “prohibidos” tan icónicos (a modo de easter egg) de la película como «El libro negro» de Giovanni Papini junto a «Historias extraordinarias» de Allan Poe y varios títulos más de Lovecraft.

Toda esta ciencia ficción con interrogantes me marcó y por eso ha sido muy agradable echarle el guante a esta película que adapta una novela de Ray Bradbury llevada al cine con auténtico pulso, un pulso del que a diferencia de otros contemporáneos de la Nouvelle Vague y compañeros de fatigas, alza la voz de un autor en ciernes como es este director parisino.

Truffaut ha conseguido darle la vuelta al libro y un final punch a la TV movie protagonizada por Michael B. Jordan hace tres años en HBO. Me considero todo un admirador confeso de este film reestrenado en 35 mm en el CBA. Eso sí, mi admiración no es ciega, tampoco alocada sino encubierta (véase la reseña de Jules et Jim) por obras magnas en la filmografía de un director con un pasado delincuente, del que debo decir que soy admirador, puesto que salió del paso. En sus escritos de recluso declara cómo la cultura y el arte, más en concreto el cine, le pudo salvar la vida:

«Mi vida hasta la fecha ha sido banal, nací el 6 de febrero de 1932, hoy es 6 de marzo de 1949, tengo diecisiete años un mes y seis días, he comido casi todos los días y he podido dormir casi todas las noches, he trabajado ya demasiado. (…) Amo el arte y particularmente el cine, (…)Tres películas por día, tres libros por semana y la música de los grandes me bastarán hasta el día de mi muerte a la que temo. (…) No creo en la amistad ni en la paz. (…) Si miro por demasiado tiempo al cielo la tierra me parece un lugar horrible.» – Truffaut (en la cárcel de menores a pedido de autoridades)

El título referencial remite a la temperatura a la que el papel (compuesto de lignina, celulosa y hemicelulosas) comienza a arder.

Esto es lo mismo que pretendía la novela de Bradbury: una supuesta distopía cooltureta escrita para concienciar a la sociedad del gran legado que tenemos en nuestras manos: La cultura. Una cultura que se materializa en los libros, en la música, en el teatro, en el cine, etc. En definitiva, en el lenguaje.

Sin ser una obra perfecta consigue plenamente lo que pretende que es dejar huella en el espectador que tenga un mínimo interés por preservar nuestro legado cultura. Han dicho de ella:

«Fahrenheit 451 es el más convincente de todos los infiernos conformistas.»

Kingsley Amis

«La sola sospecha de que en el futuro el arte resultará devorado por la ciencia me angustia. Todos los días topamos con personas que desean la destrucción de la sabiduría humanista recogida por los hombres para poder manejar a éstos como máquinas. Hitler, sin ir mas lejos. El tema de Fahrenheit 451 surgió de esta obsesión y del descubrimiento de un documento de 1790 que exigía a los bomberos norteamericanos la quema de cualquier libro de influencia británica en las colonias. El firmante de esa orden era nada menos que Benjamín Franklin».

Ray Bradbury