Neruda (2016 Pablo Larrain) FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIAN

El director chileno Pablo Larraín (‘El club’) rinde homenaje a su reconocido compatriota con esta producción tan interesante a ratos como delirante en otros. Llevar a la pantalla la persecución que el afamado poeta padeció en su propio país, suscita la atención de inicio, pero acabar incorporando recursos cuasiliterarios que confunden la supuesta realidad con la ficción, descoloca y saca al espectador de la película. No obstante, el retrato honesto y socarrón que hace de esta figura y unas acertadas interpretaciones compensan en parte su visionado.

La acción nos lleva a 1948 cuando Pablo Neruda ejerce de senador como un representante destacado del Partido Comunista. Las continuas y contundentes críticas que lanza contra el gobierno se convierten en un pretexto idóneo para que el presidente González Videla ordene su detención. Ello le lleva a la clandestinidad y a buscar la forma de exilarse sin ser apresado.

El realizador no ha buscado hacer un biopic convencional, pero acaba abusando un tanto de unas licencias narrativas singulares que le dan un tono surrealista y que nacen del personaje del inspector de policía que sigue sus pasos: un tipo con un perfil tragicómico, del que escuchamos sus pensamientos y que termina por ser cargante y odioso.

Al margen de ello, es de agradecer que no renuncie a mostrarnos la cara frívola del protagonista, que sucumbe con facilidad a las tentaciones del sexo opuesto, al tiempo que se muestra como un hombre enamorado de su esposa. Ese tono afable y llano de una personalidad de tal nivel intelectual es un indicio del cariño y la fidelidad que se ha volcado en el guion en lo que respecta a su caracterización. Más allá de eso encontramos un relato que va languideciendo y se torna demasiado insustancial en los últimos compases.

La interpretación de Luis Gnecco es el otro punto fuerte de este largometraje, ya que además de lograr una apariencia física similar a la del escritor, le da en cada momento el tono preciso, siempre desde la naturalidad, arropado por Mercedes Morán como su mujer. Por su parte, Gael García Bernal asume un rol con demasiados matices que se va desdibujando y a pesar de sus esfuerzos, es traicionado por una resolución de aires quijotescos.

A tenor de los elogios de la crítica recibidos en el Festival de Cannes, cabía esperar más de este estreno.

Critica de Eduardo Casanova