Jonás Trueba (Todas las canciones hablan de mí, La reconquista) ha sabido construir su propio estilo cinematográfico y lo ha hecho desde la perspectiva de la cercanía y la naturalidad, alejándose de patrones comerciales. Así que quienes disfrutaron de los anteriores trabajos del director no deben perderse este estreno. Se trata simplemente de sentarse en la butaca y dejarse llevar por una propuesta intimista y de aires veraniegos sin salir de la ciudad. No obstante, a aquellos que no conozcan ninguna de sus obras se les debe advertir que o bien se entra en la historia y se disfruta completamente como un invitado silencioso, o todo puede antojarse una nadería.

Eva ya ha cumplido 30 años y no tiene claro que quiere hacer en la vida. Su carrera de actriz apenas ha despuntado y con el fin de aclarar sus ideas ha decidido quedarse en un piso del centro de Madrid durante el mes de agosto. Poco a poco iremos descubriendo a la protagonista, con sus virtudes y defectos. De la mano de sucesivos encuentros con amigos y desconocidos con los que se cruzará esos días realizará un recorrido interior, al tiempo que transita por diferentes puntos de esparcimiento de la capital, menos concurrida y agitada que de costumbre.

El film se va desarrollando a través de una serie de experiencias episódicas encadenadas que suscitan diferente interés: se aprecian algunos pasajes ligeramente alargados y otros en los cuales se hubiese agradecido un mayor desarrollo. En cualquier caso, el realismo y una aparente espontaneidad recorre cada secuencia y la narración fluye con encomiable agilidad.

Conforme se aproxima la festividad de la Asunción, el guion va buscando con tacto una resolución al relato y sin salirse de sus parámetros, ni ser especialmente concluyente, logra ponerle una guinda singular. Recurre a una situación aceptable, pero le coloca un matiz inesperado que invita a interpretar su sentido metafórico.

Resulta meritorio el cariz de cinéma verité que adquiere la película cuando las cámaras salen al exterior con ánimo de pasar desapercibidas a la hora de seguir a esta treintañera. Además, las imágenes se impregnan de un amable tono costumbrista vinculado a las celebraciones de esas fechas, a la vez que excluye prácticamente la participación de las nuevas tecnologías, lo cual contribuye a reforzar su lado más humano.

La soltura de Itsaso Arana le confiere a su personaje un encanto especial. Son igualmente esenciales las participaciones del elenco de secundarios que le acompañan, entre los que destacan Sigfrid Monléon, Isabelle Stoffel, Vito Sanz y Francesco Carril.

Critica de Eduardo Casanova

 

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