Muy divertida y socarrona, además de irónica y destilar mala baba, ‘La ragazza con la pistola’ (1968), es una estupenda sátira de costumbres dirigida con su habitual talento para las comedias burlonas de costumbres por el maestro Mario Monicelli. Tiene un reparto estupendo encabezado por la revoltosa y excitada Mónica Vitti, en el papel de la siciliana Assunta Patané, Carlo Giuffré como el cobarde Vicenzo y el intérprete británico Stanley Baker como el cirijano Tom Osborne.

Por su arrollador trabajo en esta pieza la actriz italiana Mónica Vitti consiguió la Concha de Plata a la mejor interpretación femenina. Un papel ajustado a su temperamento, un punto exagerado en el primer tramo, cuando la acción se sitúa en Sicilia y Monicelli saca a relucir toda la artillería y sarcasmo para retratar la personalidad racial de unas gentes atadas a las viejas tradiciones del honor y la honra, con elementos de La Cosa Nostra pululando pero sin dejarse notar en demasía.

El comienzo tiene todo el acento desternillante y jocoso del ADN italiano del sur. Assunta es una mujer guapa, sexy, cansada de no tener un hombre en su cama y se siente atraída por Vicenzo, el galán de la zona. Éste ordena a sus esbirros de pacotilla que secuestren a la voluptuosa Concetta para yacer con ella. Los despistados hombres se confunden de mujer y le llevan a Assunta, que no es su tipo. Ésta, ofendida, monta un alboroto, muy extrovertido, que acojona a Vincenzo. Pasan la noche juntos y a la mañana siguiente el hombre se ha fugado. La mujer se hace pasar como atropellada ante el pueblo que no admite la deshonra y la falta de caballerosidad de Vicenzo y le proporcionan una pistola para que se desplace a Inglaterra donde se ha escondido Vicenzo para que lo mate. De esta manera el agravio quedará saldado.

Assunta entra en Inglaterra como tantos otros italianos y en la estación de tren es confundida por una migrante en busca de empleo como sirvienta. Aquí tenemos un apunte sociológico que dura apenas un par de escenas pero que ayuda a retratar un aspecto sobre la llegada de extranjero buscando trabajo en un mercado tan cambiante como el británico. Assunta sólo le interesa encontrar a Vicenzo, que se ha hecho un lugar trabajando de camarero, para liquidarlo. Éste se percata de la presencia de la furiosa mujer y la evita escurriéndose hacia otros trabajos.

El dislate asesino funciona con la sorna y burla que Monicelli le confiere a su película pero más o menos a la mitad del metraje se produce un giro cuando Assunta atribulada por no conseguir su misión y cada vez más a gusto en Inglaterra conoce a un cirujano que doma sus modales y la hace aclimatarse a un ambiente y a una sociedad llena de oportunidades en la que ella, enamorada, comienza a progresa en el mundo de la publicidad.

Este giro encauzado a buscar la transformación de una asesina en una guapa ciudadana europea no es óbice para que el autor de ‘La gran guerra’ incluya un par de momentos muy italianos (la presencia de dos mindundis vestidos de negro enviados por Vicenzo para informar de su muerte) que hacen de ‘La ragazza con pistola’ una diatriba sobre el comportamiento febril y delirante de una italiana dispuesta a cometer un crimen pero reconvertida en una persona glamurosa por las circunstancias de sus avatares.

Reseña de Jose Manuel León Meliá

 

 

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