El buen recuerdo de Pequeñas mentiras sin importancia (2010) queda intacto tras el visionado de esta correcta secuela que recupera a sus mismos protagonistas. De nuevo lleva a la pantalla un retrato generacional con la perspectiva del paso del tiempo, a la vez que construye igualmente un canto a la amistad verdadera. A través de situaciones agridulces aborda sus respectivos conflictos sin hacer demasiada sangre y dotándolos de la entidad precisa, poniendo además unos toques de humor ...