Otra incursión en la filmografía del realizador británico Guy Green me lleva a conocer su thriller ‘The snorkel’ (1958), sobre un avaricioso e indeseable hombre, Paul Decker (Peter van Eyck), un villano criminal de una pieza dispuesto a eliminar todo estorbo humano para hacerse con todos los bienes inmuebles y la fortuna de su mujer. Una maniobra convencional, muchas veces vista en una pantalla grande y pequeña, que cobran una relevancia más que apreciable gracias a la inclusión en el guion de una serie de elementos de intriga en la trama que le confieren un toque especial.
La realización cuidada, pautada con sobriedad, siguiendo modelos o referencias de obligada señal como sus ecos al más puro Alfred Hitchcock conforman una historia que incluso coquetea con el registro del cine psicológico. Su aspecto interpretativo, en especial, su actor principal, el polaco Peter van Eyck, carezca de los recursos más turbios y sombríos para ejercer de malvado abyecto y levantar un rol inquietante y perturbador.
La película se abre con una secuencia de larga duración que explicar por qué el filme se titular ‘The snorkel’ y en España ‘La máscara submarina’. Paul Decker prepara el asesinato de su esposa. Primero le ha suministrado en una bebida un sedante para que duerma. Una vez anestesiada, el marido sella con cinta aislante todas las rendijas de las ventanas. Tras obstruir con una alfombra el mínimo hueco que separa una puerta del suelo abre los conductos de gas. Para simular un suicidio, Peter se coloca una escafandra, abre una trampilla en la superficie de madera, se introduce en un hueco debajo del suelo desde el cual puede escuchar cualquier conversación y une dos tubos que engancha en los respiraderos de la máscara con dos conductos de aire que le suministran oxígeno para no inhalar el gas. A la mañana siguiente, cuando la servidumbre descubre el cadáver y sale corriendo a llamar a la policía, Peter abandona su escondrijo simulando poco rato después que acaba de llegar a la mansión de la costa donde recibe la terrible noticia de la muerte de su mujer.
Una relato criminal llevado a cabo con mucho oficio por el autor de ‘SOS Pacífico’ de manera pulcra, buena narrativa, excelente pulso, las dosis de suspense necesarias y el timing ideal para este tipo de argumentos, en cierta manera, rutinarios. La fiabilidad de la puesta en escena y la funcionalidad de sus resultados permiten elogiar un largometraje transparente y metódico.
La policía no tiene dudas de que se trata de un suicidio. Reflexionan que la mujer obturó cualquier rendija por la que pudiera escapar el gas y había cerrado la puerta con llave desde dentro. La mínima investigación es más que evidente. Concluyen que el suicidio es la causa de la muerte de la propietaria del castillo. El espectador es omnisciente y sabe que cuando la servidumbre llega a la habitación a dejar el desayuno, la puerta está atrancada y se desprende un olor a gas. Llega el jardinero, derriba la puerta y al descubrir el cuerpo sin vida de la mujer corre a avisar a la policía. Momento que utiliza Peter para abandonar la estancia sin levantar ningún tipo de sospecha.
Los ocho primeros minutos son colosales. Resueltos sin diálogo. Pura narrativa visual. Ejemplo de eficacia. Nada más. El canalla de Peter se sale con la suya pero enseguida va a tener en frente a un rival que lo va a desquiciar y lo va a poner en muchos apuros. Y este personaje no es más que la hijastra, Candy (Mandy Miller). Una jovencita que odia a su padrastro hasta límites insospechados. Le acusa de haber ahogado a su padre para casarse con su madre. Con una chavala díscola, rebelde, incontrolable en su verbo incriminatorio y con verdaderas ganas de encontrar la prueba reveladora de la culpabilidad de Peter, el sosiego que pensaba encontrar el asesino se desvanece y tratará que la tormenta escampe atribuyendo a Candy trastornos mentales y psicopatía persecutoria. A punto está de salirle rentable el asunto.
La presencia de Candy, una adolescente entrometida, persistente y fuertemente persuadida de llevar toda la razón es un elemento inquisitorial cuyo comportamiento alborotado y temperamento inasequible al desaliento va a causar que el impulso de Peter por acabar con ella se agudice. Además los desvelos y desazón de Candy, su edad y actitud desafiante la llevan a perder el respeto pero sus teorías paranoicas son tachadas de un sentimiento trufado por la muerte de su madre que la policía y sus más allegados, Jean Edwards (Betta st. John), su cuidadora, la consideran delirante por su falta de cuajo psicológico.
Peter se verá abocado a colocarse entre la espada y la pared. Durante gran parte del relato puede eludir la presión de su hijastra, entre otras razones, porque los que investigan y la institutriz no le conceden un ápice de valor a sus ocurrencias. Pero la cuerda se tensa demasiado, el guion aprieta una vuelta de tuerca más y ante el descubrimiento de la máscara acuática por parte de Candy, Peter se sentirá empujado a repetir el mismo ritual que hemos visto en la primera secuencia.
‘The snorkel’ o ‘La máscara submarina’ es una idea de Anthony Dawson convertida en guion por Peter Myers y el habitual de la Hammer, Jimmy Sangster, que emplean todas sus artimañas creativas para construir un texto sencillo (que no simple), muy ameno y urdido como un reloj suizo, con sorpresa final incluida. Ante un libreto con la suficiente carga para la elaboración de una película que vista hoy en día me resulta admirable, por su falta de pretensiones y por el formidable juego maquiavélico y psicológico que transmite.
Reseña de Jose Manuel León Meliá
The Snorkel (1958) | |
---|---|
Rating: 6.7/10 (1,791 votes) Director: Guy Green Writer: Peter Myers, Jimmy Sangster, Anthony Dawson Stars: Peter van Eyck, Betta St. John, Mandy Miller Runtime: 74 min Rated: Approved Genre: Crime, Horror, Mystery Released: 07 Jul 1958 |
|
Plot: Although the police have termed her mother's death a suicide, a teenage girl believes her step-father murdered her. |
Deja una respuesta