Del cine británico amo con fuerza inusitada y me quedo prendado sin remisión de un título que considero grandioso. ‘Room at the top’ (1959), que aquí se conoció como ‘Un lugar en la cumbre’. Un extraordinario y cruel melodrama social que supuso la ópera prima como realizador de largometraje de Jack Clayton. Un cineasta con una filmografía corta pero apasionante, llena de piezas tan significativas y notorias como ‘Suspense’ (1961) y la inquietante ‘A las nueve cada noche’ (1969).

Para su puesta de largo, Clayton contó con un guion de Neil Paterson que adapto una novela del escritor John Braine. La partitura la compuso Mario Nascimbene y la fotografía la puso un gran creador como Freddie Francis, más tarde director de cine. El reparto es una joya. Encabezado por una espléndida, hermosa, sublime y henchida de bondad y honradez Simone Signoret, dando vida a una mujer conmovedora llamada Alice. A su lado, y no menos ajustado a su rol, Laurence Harvey, en el papel del arribista y engreído Joe Limpton, un contable que quiere destacarse en un ambiente pueblerino y hacerse el amo del mundo. Entre ellos, en un rol de chica joven, rica, guapa, enamoradiza y aires de princesa, Heather Sears, que da vida a Susan, hija de un potentado industrial.

De estas películas hermosas y grandiosas, que contienen mucho y buen cine, me chifla su captación de ambientes. Qué bien elegidas están las localizaciones y el estupendo oficio, de puesta en escena de arraigo británico con su toque social/proletariado, para insertar escenas que rezuman clima, grisa y húmedo, y realismo costumbrista, con planos generales en los que se divisan al fondo las chimeneas industriales, que vemos gracias a una sutil profundidad de campo. Esas imágenes, casi documentales, del tejido social de una población del norte de Inglaterra, son auténticos monumentos y reveladoras no solo de un estado de ánimo del personaje sino también del retrato de un grupo social que trata de asentarse en un estilo de vida de humildes trabajadores. Currantes pertenecientes a la clase media con escasas posibilidades de confort pero que se las apañan decentemente para subsistir como buenamente pueden.

Joe Limpton, abandona su zona precaria, Dufton, una área sencilla, humilde y obrera para instalarse como funcionario en el departamento de tesorería del ayuntamiento. Es un hombre apuesto que al entrar en las instalaciones municipales es objeto de chismorreo por parte de las chicas que trabajan en la sección. Él se da cuenta del poder de atracción que suscita entre el género femenino. Esta seguridad en sí mismo, su orgullo, autoestima e inasequible al desaliento le convertirá, para lo bueno y lo malo en un seductor imparable y en un conquistador inapelable. Una condición esplendorosa a la que le sacará provecho. Un ventajista desvergonzado y desprejuiciado que le ayudará a posicionarse aunque dejando un cadáver exquisito por el camino.

Limpton es un ser afortunado. Cae de pie. Al llegar a su nueva posición se le asigna una de las mejores habitaciones del barrio. Ese minúsculo apartamento, al que da título original la película ‘Room at the top’, es la metáfora del ascenso del personaje. Un hombre sin escrúpulos que se sirve de su guapa figura y su porte varonil e irresistible como estampa privilegiada para medrar.

Porque esta película va sobre oportunistas y ambiciosos trepas. Recuerda, salvando las distancias, a ‘Un lugar en el sol’ (1951), el brillante melodrama romántico de George Stevens. En ambas, la situación del hombre es la misma, aunque con matices diferentes. Joe Limpton es descarado, sinvergüenza, cruel, bruto y rudo. Todo lo contrario que Monty Clift, cuya desventura y desgracia es objeto de un fatal accidente.

Limpton hace amigos, toma copas y se entromete en el mundo del teatro de aficionados. En el mundo de las tablas pululan dos mujeres de distinto signo y de diferente condición. Por una parte Alice (Signoret), mal casada, amargada pero una mujer hecha y derecha y muy cuajada, con una profundidad de alma y una experiencia sobrada de circunstancias. En el otro lado se mueve Susan (Sears), joven, aniñada, dulce, encantadora, tierna, virgen y rica heredera de una cuantiosa fortuna.

El perspicaz y adonis Limpton se mueve con estrategia y mira con entusiasmo a Susan, que considera un objeto preciado pero inalcanzable. Sin embargo, por estatus y proximidad, le viene mejor Alice, un monumento construido a base de esfuerzo, tenacidad y perfilada con los avatares propios de la casa trabajadora. Joe se enamora de Alice y vive un apasionado romance rematado con sexo total, pleno y muy satisfactorio.

Sin embargo, Joe es un depredador y quiere tener éxito a toda costa y cueste lo que cueste para tapar su imagen indolente y antiheróica como prisionero durante la II GM. Por ejemplo, el novio rico y soso de Susan tiene la virtud de haber escapado de un campo de prisioneros y manteniendo una actitud valerosa e intrépida. Ese honor relevante le causa algún contratiempo y disgusto personal.

Mientras la cacería no da sus frutos, Limpton no solo se entretiene con Alice sino que descubre a una mujer valiente y decidida a divorciarse por unirse a su amante. Estas escenas, con un contenido costumbrista, que rezuma verdad, da pie a construir un melodrama perfecto y repleto de matices. Pero cuando la cámara se sitúa en los suburbios, en la periferia, y el Limpton visita las calles y barrio que le vio nacer, pasa a saludar a su familia, y asistimos a instantes que despliegan proximidad y demuestran el talento para captar ese ambiente por parte de Clayton. Aquí se escuchan frases como «¿No te venderás por un bolsillo lleno de dinero?» o «El dinero llama al dinero'», elevadas a sentencia por parte del familiar de Limpton, que ve en el muchacho a un arribista codicioso.

Pero Limpton es un moralista conservador. Al enterarse que Alice posó desnuda para un pintor, estalla con descortesía, furioso y carcomido por los celos y revela su talante indeseable y tosco. Este contratiempo le lleva a verse con Susan que la lleva a un embarcadero y aquí, en un lugar nada romántico, la embauca de tal manera que ella acepta perder la virginidad reclamándole dulzura y cariño. Consumado el acto, hace las paces con Alice y se van de excursión a una zona grisácea, lluviosa, intempestiva pero de una tono romántico vigoroso y tremendo, que hechiza por su fuerza y la intensidad de los intérpretes, sobre todo de Simone Signoret, que está soberbia y lo siguiente.

Lógicamente, Susan se queda embarazada y el capitalismo y su voracidad, a través de Brown, el padre de Susan, entran para imponer sus reglas y establecer y fijar términos que anulan por completo la independencia de Limpton y los llevan, como reza el título, a un lugar en la cumbre. Un puesto ideal pero a la postre fastidioso, inmoral, desalmado y despreciable que se cobra sus víctimas y deja una sensación de fracaso.

No se me puede olvidar el final. Preciso, exacto, cruel e infeliz. Qué bien está terminada esta película que me parece una bellísima y tristísima obra maestra. Jack Clayton, inspiradísimo, nos ofreció un retrato despiadado de la condición humana. Una alegoría tremenda de un tipo que quiso ser rey olvidando y dejando al lado a la gente que verdaderamente quería. ‘Un lugar en la cumbre’ es apasionante y jamás me canso de verla.

Reseña de José Manuel León Meliá

 

Room at the Top (1958)
Room at the Top poster Rating: 7.5/10 (7,520 votes)
Director: Jack Clayton
Writer: Neil Paterson, John Braine, Mordecai Richler
Stars: Laurence Harvey, Simone Signoret, Heather Sears
Runtime: 115 min
Rated: Not Rated
Genre: Drama, Romance
Released: 22 Jan 1959
Plot: An ambitious young accountant plots to wed a wealthy factory owner's daughter despite falling in love with a married older woman.
Calificación: