‘The convert’ (2023), de Lee Tamahori, es una producción australiana, filmada en Nueva Zelanda, que trae de nuevo a la actualidad cinematográfica al cineasta neozelandés Tamahori. Un realizador vinculado al cine de acción, que se dio a conocer con un trabajo de mucha potencia visual, ‘Guerreros de antaño’ (1994), que nos acercó, entre el thriller y la mirada antropológica, la supervivencia de los maories, como clanes autóctonos de la tierra, intentando mantener su estatus en una sociedad que poco menos los humilla y los olvida. El orgullo y testarudez del pueblo primitivo y su choque cultural con los nuevos tiempos, donde el indígena es un rescoldo y objeto de estampas en los libros de historia.

El responsable de títulos como ‘Muere otro día’ (2002), de la saga James Bond, retoma el tema maorí para articular un relato de aventuras, violencia y redención pocos años antes de firmarse un polémico tratado entre la confederación de tribus maoríes y funcionarios de la corona inglesa al servicio de la reina Victoria I sobre la disponibilidad de la isla.

Una película, en clave de drama, que habla de la riqueza cultural de un territorio que perseguía su autonomía en tiempos que el país era una colonia británica. La acción está anclada en 1830 justo en una época que los guerreros maoríes incorporan a su metodología de lucha los mosquetes. Durante 500 años de rivalidades y hostilidades frecuentes entre tribus, empleaban armas blancas diseñadas por ellos mismos.

En ese año llega hasta la zona costera de Epworth, un pequeño asentamiento de colonos ingleses, Thomas Munro (Guy Pearce), un reverendo laico de la Iglesia, para ejercer el ministerio cristiano inculcando teorías menos estrictas y más humanistas. En tiempos que la cristiandad ejercía un poder absoluto y procuraba que los misioneros se encargaran de su proselitismo, Munro aplica una palabra de Dios que suena distinta y recuerda, salvando las distancias, a Francisco de Asís, predicando un sentimiento benevolente de mirada amplía. Ni que decir tiene que la divulgación de su heterodoxia va a atraer el recelo de la gente más fanática y conservadora.

A principios del siglo XIX, Nueva Zelanda era una tierra extremadamente violenta. Las distintas tribus de indígenas luchaban por el poder y dominio del territorio. Las batallas eran cruentas y encarnizadas. El lema de los maoríes es que «solo la sangre redime la sangre». Todo su vasto espacio está impregnado de sangre. Venganza y muerte van de la mano. Para complicar la situación, los británicos son un escollo más que una ayuda.

En una zona de constante conflicto, con señores de la guerra amenazando cualquier zona, Munro quiere ejercer su ministerio. Se hace acompañar de una protegida maorí, hija de jefe guerrero muerto y viuda de guerrero ajusticiado, observada con reticencia por los colonos. Traba amistad con una inglesa, curandera, viuda de un maorí, que vio perder también a su hija.

Munro es un testigo de acontecimientos graves y villanos. Al fervoroso sentimiento de venganza y lucha con un rencor atroz por parte de los indígenas, se une el canallismo de sus propios compatriotas, que actúan con igual salvajismo con un vecino del campamento contrario a sus intereses. Así las cosas, se empeña, en una decisión valiente, comprometerse con una tribu maorí, prepararla para el combate y ejercer de asesor militar.

Un paso adelante que saca a relucir su pasado como militar al servicio del imperio británico y su atormentado episodio al acometer una acción de espantosos resultados que provocó la muerte de mujeres y niños. Un recuerdo que le martiriza, le obsesiona y bajo la condición de religioso moderno desea exorcizar un daño que le aflige.

El tramo final, antes del epílogo, funciona como pieza de guerra, en una batalla por conquistar un terreno y proclamar un líder maorí cuya coreografía y salvajismo punteado por los chorros de sangre digital recuerda a las atrocidades vistas en títulos cruentos como ‘Apocalypto’ (2006), de Mel Gibson. Aunque sin la fascinación flagrante, de estética convulsa y fiereza sin límites, ejecutada por un inspirado Gibson.

Una redención que se consigue con sudor, sangre y lágrimas y que permite, como apunte postrero, y ya en 1834, el acuerdo bilateral, no exento de controversia (cada parte implicada defendía su postura en un pliego de condiciones redactado, al parecer, en inglés y Waitangi), en la que Munro es parte principal al convenir con los británicos las cuotas de impuestos y alquileres por el terreno gracias a su ilustrado bagaje como lector de libros de economía.

La belleza del espacio atmosférico, la luz tenebrista de la fotografía, las excelentes localizaciones y los matices antropológicos que vemos en el largometraje, ayudan a que la historia, tradicional y esquemática en su fonda, adquiera una potencia y estética visual de notable calado. Mención aparte merece escribir unas cuantas frases por el trabajo interpretativo de Guy Pearce. Visto en The Brutalist, el actor australiano, cuando tiene un buen papel en sus manos, lo aborda con talento y dominio. Aquí está muy bien como hombre de un Dios muy singular que se compromete con la gente de la zona, los maoríes.

Reseña de José Manuel León Meliá

 

The Convert (2023)
The Convert poster Rating: 6.4/10 (4,588 votes)
Director: Lee Tamahori
Writer: Shane Danielsen, Lee Tamahori, Michael Bennett
Stars: Guy Pearce, Tioreore Ngatai-Melbourne, Antonio Te Maioha
Runtime: 119 min
Rated: N/A
Genre: Action, Drama
Released: 12 Jul 2024
Plot: A lay preacher arrives at a British settlement in 1830s. His violent past is soon drawn into question and his faith put to the test, as he finds himself caught in the middle of a bloody war between Maori tribes.
Calificación: