El cine y las películas de Robert Guédiguian siguen siendo un cántico, una oda militante, aunque sin dogmatismos, que mira con escepticismo global a una coralidad de situaciones y personajes de gente empeñada en cambiar el curso del tiempo que se dan de bruces con el desencanto. Una parte de este coro son efervescentes activistas imbuidos de valores progresistas enfrentados a una masa de ciudadanos indolentes y sumisos, atrapados en los estragos globalizadores. Aunque el veterano cineasta francés no decae en su empeño en mostrar las costuras y jirones, además de las grietas de esforzados izquierdistas que deben pelear con un sistema opaco a sus intereses, el discurso del autor de ‘La casa junto al mar’, pese a la repetición, sigue teniendo un ápice de fuerza y, posiblemente, bastante razón.
Guédiguian es un ariete de un cine comprometido fielmente con sus ideas y reflexiones que no ceja en su empeño de mostrar, desde su punto de vista, una realidad político/social que no le gusta y trata de edificar un corpus temático afín a sus postulados.
Su última película, ‘Que la fiesta continúe’ (2023) se ajusta como anillo al dedo a su criterio de ahondar en la crisis de valores y valores en crisis cercanos a su ideario formulando un texto coral que da voz narrativa a un puñado de figuras en torno a un desastre urbanístico acaecido realmente en Marsella.
Marsella otra vez, no podía ser de otra manera, y un barrio periférico y obrero para partir del derrumbe de dos edificios en la ciudad portuario en el que fallecieron ocho personas para articular desde los gestos más simples y la serenidad contemplativa un argumento de ciudadanos que quieren hacer algo y llevan a cabo un cometido visualizado desde la óptica personal y colectiva.
‘Que la fiesta continúe’ inicia su entramado con imágenes de archivo, en plan informativo, que revelan una horrible hecatombe con el daño de vidas humanas. Un prólogo no escogido al azar que el realizador de ‘Las nieves del Kilimanjaro’ utiliza como motor para un relato de combate con la artillería siempre a punto.
En el barrio donde se produce el hundimiento, cerca de la catástrofe, se levanta un monumento a la figura de Homero. El poeta griego era ciego pero como se recuerda en muchos instantes no era sordo. Quiere decir que Homero escuchaba el ruido, el estrépito, y esa resonancia es la que impulsar para no quedarnos ciegos ante las constantes desigualdades que azotan a la sociedad y que parecen irreversibles en este mundo de futilidad y falso mundo feliz.
Para encauzar el disgusto y forjar una denuncia nada mejor que la esposa de Guédiguian, Ariane Ascaride que con su temple habitual, el laconismo de sus expresiones, la viveza de su rostro y la potencia en su menudez que le pone al coraje por denunciar las injusticias, es motivo más que suficiente para adentrarse en el alma y corazón de la película. Su personaje se llama Rosa, en homenaje a Rosa Luxemburgo, nombre puesto por un padre (aparece en algún flashback con peso en su dialéctica) con pose intelectual, que asume su papel partitura y sobre el que revolotea todo el texto fílmico.
Rosa es una enfermera a un paso de jubilarse. Tiene dos hijos. Un hermano que se erige como el último bastión del comunismo a ultranza. Encabeza la lista municipal para las elecciones al ayuntamiento como punta de lanza de una suma de fuerzas de izquierdas. Todo este ajetreo, que no es poco, culmina con el enamoramiento de Henri (Jean-Pierre Darroussin), un exlibrero que ha vendido su librería.
Este conglomerado de personalidades, cada uno con un rol muy definido y su correspondiente juego de situaciones y frases, contempla el estilo transparente de un cineasta/relator convencido del fracaso de las ideas (40 años de derechas en Marsella y es necesario el cambio) por el egoísmo y el personalismo en las acciones políticas. Un caldo de cultivo que Guédiguian, con subtramas, maneja de maravilla, sin pancartas, con la esperanza del amor y la solidaridad, sin olvidar, por supuesto, Armenia y proponiendo en su parte final una manifestación teatral, con Homero como reclamo y sabiduría, para que derrumbes físicos (no metafóricos) no queden impunes.
Al final, con los gramos de esperanza suficientes, sus héroes, que han hecho todo lo posible por intentar revertir la situación, no les queda más que, metafóricamente, zarpar hacia Cítera y como decía Homero, «la ceguera agudiza la memoria». Y la memoria es lo que no hay que perder.
Reseña de José Manuel León Meliá
And the Party Goes On (2023) | |
---|---|
Rating: 6.4/10 (182 votes) Director: Robert Guédiguian Writer: Robert Guédiguian, Serge Valletti Stars: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Lola Naymark Runtime: 106 min Rated: N/A Genre: Comedy, Drama, Romance Released: 15 Nov 2023 |
|
Plot: In the working-class district of old Marseille, Rosa is the heart and soul of her community, a nurse and the matriarch of a large and close-knit family. She meets Henri and realizes it is never too late to fulfill her own dreams. |
Deja una respuesta