‘Barfly’ (1987), de Barbet Schroeder, con guion de Charles Bukowski, narra el estilo de vida desoladora de hombres y mujeres adictos a la bebida y refugiados en un local asumido como hogar y aceptado como un antro para acomodar una existencia para ellos digna pese a su acento marginal. Bukowski, que odiaba todo lo que representaba Hollywood y disfrutaba de los márgenes periféricos de la ciudad de Los Ángeles, convierte su etílica y tumultuosa experiencia vital en un libreto fotocopia de sus andanzas con el alcohol y el grupo de personas que frecuentan los garitos de copas.
Bukowski creó su alter ego, Henri Chinaski, para describir sin tapujos y moralejas de pacotilla una decadente condición social a la que insufló de un ideario sórdido al que barnizó de un orgullo resistente y de satisfacción. Que le quiten lo «bailao», se puede resumir su paso por esta vida en la que hizo, trasegó licor y escribió lo que le dio la gana.
La película ‘El borracho’, recién repasada, con un escalado de imagen muy bueno donde se puede apreciar, entre otras cosas, la gran labor fotográfica del operador alemán, Robbie Müller (‘Saint Jack’, de Peter Bogdanovich), ejerce de apasionante celebración por la ingesta de todo tipo de bebidas alcohólicas. El actor Mikey Rourke da vida a Chinaski/Bukowski, en una interpretación siniestra pero simpática, convirtiendo a su criatura en una alma nunca corrompida y fiel a una conciencia y valores que si bien producen cierto desagrado para el personaje es su forma de ser y vivir en este mundo. Es más, el grado de arrinconamiento degradado que ven en Chinaski es objeto de burla por un figurante con frase que le dice a otro cuando ve al bebedor tirado en el suelo: «Deja algo para los basureros».
A Chinaski les chiflaban las mujeres y se sentía ufano con sus destartalados encuentros sexuales, a los que atendía en un estado lamentable, parejo al de sus compañeras de cama, tan beodas, locas o atraídas por su fama de semental.
En ‘El borracho’, Rourke comparte cartel con toda una gran figura, Faye Dunaway, que encarna a Wanda, una mujer cuyo aspecto semidescuidado aventura que tuvo tiempos mejores, es otro personaje acodado a una barra y dispuesta a irse al catre con cualquier hombre que la invite a una copa o sujete una botella. Le da exactamente igual. Conoce a Chinaski y ambos tienen una relación cuyo nexo es el alcohol. Aunque en la distancia corta beben y beben, como principal propósito, en la distancia larga algo de respete y cariño, incluso un pelín de ternura, se adivina en sus caóticas posiciones.
La estructura de la película es circular. Se abre y se cierra con una monumental pelea. Chinaski siempre está metido en trifulcas, muy seguro de su contundencia en los golpes y parte del poco dinero que entra en sus bolsillos procede de las apuestas.
Aparte del bar que frecuenta, su apartamento, lo más parecido a una pocilga, es un vertedero desagradable, apestoso, sucio y habitado por cucarachas. Aquí pernocta y cuando está lúcido escribe narraciones cortas que tienen prestigio.
Todo hay que decirlo, Chinaski es un tipo que será un guiñapo, un rastrojo, autodestructivo y nihilista imbatible, pero es culto, redacta muy bien y entre sus compositores admirados está Mahler y Mozart.
Es verdad que junto a Wanda, Chinaski forma un emparejamiento que son como dos despojos en el borde del precipicio. Pero se entienden bien en esa situación y la ocasión que tiene el borracho de domesticarse y salir del atolladero cutre gracias a la entrada de una editora (Alice Krige) de una importante revista literaria, renuncia a ese estatus para volver al redil y disfrutar zascandileando por los lugares más indecentes y repelentes.
Alguna frase se escucha salir de la conciencia de Chinaski como aquella que dice: «Nadie sufre como los pobres». O «Mi sitio está en la calle». Pensamientos que reflejan una forma de ser cuya amargura más extrema es cuando en un intento de lavar su imagen atiende ofertas de empleo y acude a las empresas en busca de trabajo que no consigue porque no está hecho para ser esclavo del sistema capitalista.
Un placer retomar esta película, ‘Barfly’, que la tenía olvidada, quizás bastante, apreciada ahora con una imagen escandalosa de buena, en impecable VOSE y con dos actores que transforman su imagen y acometen con descenso a los infiernos su paso por esta producción en un ejemplo parecido, salvando las distancias, al observado por Meryl Streep y Jack Nicholson en ‘Tallo de hierro’ (1987), de Héctor Babenco.
Reseña de José Manuel León Meliá
Barfly (1987) | |
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Rating: 7.1/10 (22,471 votes) Director: Barbet Schroeder Writer: Charles Bukowski Stars: Mickey Rourke, Faye Dunaway, Alice Krige Runtime: 100 min Rated: R Genre: Comedy, Drama, Romance Released: 16 Oct 1987 |
Plot: Based on the life of successful poet Charles Bukowski and his exploits in Hollywood during the 60s, 70s, and 80s. |
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