Cine airado e inconformista. Arremolinado y perturbador. Las películas del cineasta francés Jean-Claude Brisseau no dejan indiferentes a nadie. He tenido el placer de ver alguno de sus trabajos y siempre presentan estados situacionales arrebatados y, en cierta medida, gamberros. Un estilo sui géneris y realizador particular, personal y rara avis que va a su bola y filma unas historias de fuerte impacto emocional.
No conocía ‘De ruido y de furor’ (1988) y su visión me ha llevado al límite. Una historia eléctrica sobre gente iracunda y nihilista. Un relato sobre la juventud y su soledad. Es como un texto de Dickens pero vigorizado con una sustancia alucinógena. La película me ha parecido flipante, muy tensa en casi todos los momentos, imaginativa, libérrima y osada. Incluso tiene un punto de desvarío cercano a la distopía. Excéntrica y extravagante. Pero como toda película alérgica a la ortodoxia y a los elementos conservadores, mantienen en todo momento un desafío que logra impactarte si entras en su ditirámbico argumento salpicado de amargura y tristeza.
Bruno (Vincent Gasperitsch) es un chaval que al morir su abuela regresa a París a casa de su madre. En un edificio dominado por el caos y el incómodo desorden conoce al instante a Jean-Roger (François Negret), un vecino de su misma edad con el que entabla una estrecha amistad. El padre de Jean-Roger, un ser hosco, burdo, rudo y brutal está encarnado por el actor Bruno Cremer y ejerce una autoridad destemplada sobre los demás propietarios. En el interior de su apartamento reina el descontrol y la anarquía. El pasillo, por ejemplo, se ha convertido en un improvisado campo de tiro. En el resto de estancias se cometen otro tipo de salvajadas que llaman poderosamente la atención. El estilo de vida de la familia de Jean-Roger es extrovertido y caótico.
Bruno asiste al colegio cuando no está haciendo travesuras con su inseparable colega. En el centro docente trabaja una educadora que trata por todos los medios posibles por forjar en el recién llegado a un alumno juicioso para saber distinguir el bien del mal. Una tarea complicada si analizamos que Bruno, obnubilado por las fechorías de Jean-Roger, admite y tolera su comportamiento y carácter, por el instante, sin objeciones ni frenos morales.
El protagonista está solo y si no fuera por la maestra no tendría otro asidero para calibrar si su errática y hechizada conducta es la idónea. El personaje tiene ensoñaciones, tratadas con imágenes de un tono fotográfico grisáceo, azulado, como si pertenecieran a un ámbito revelador íntimo que concierne a una mujer que aparece completamente desnuda, que le dan un toque sentimental y donde el tema de la muerte se hace patente.
A ratos, salvando las distancias, ‘De ruido y de furor’, me recuerda a una versión tronada de los ‘400 golpes’ de Truffaut. Brisseau, autor también del libreto, implemente un retrato nada complaciente de la juventud con una pauta de proceder brusca y agitada. La escuela aparece como un remanso bienintencionado al que acude la fauna periférica más atenta a los entretenimientos fatuos pero atractivos.
Es un largometraje incómodo, que satiriza comportamientos y lleva el planteamiento a posturas radicales.
Reseña de José Manuel León Meliá
Sound and Fury (1988) | |
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Rating: 7.3/10 (1,211 votes) Director: Jean-Claude Brisseau Writer: Jean-Claude Brisseau Stars: Vincent Gasperitsch, María Luisa García, François Négret Runtime: 95 min Rated: N/A Genre: Drama Released: 01 Jun 1988 |
Plot: Bruno is 14. When his grandmother dies, he returns to Bagnolet with his mother who is rarely there. At school he meets Jean-Roger, who introduces him to a group of delinquents. |
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