La escena inicial ya advierte del carácter minimalista de la historia, que se queda en un episodio cotidiano poco consistente. Jonás Trueba, autor del guion, retoma el estilo realista que caracteriza sus obras anteriores, pero esta propuesta no acaba de cuajar. La referencia más próxima es la satisfactoria La virgen de agosto (2019), aunque aquí aborda demasiadas cuestiones superficialmente y al final da la sensación de haber asistido a una nadería. Ello no impide reconocer la verosimilitud que destila gracias a la total complicidad del elenco.

En un céntrico café madrileño cuatro amigos asisten al recital que ofrece el prestigioso pianista Chano Domínguez. No se veían desde marzo de 2020 por culpa del confinamiento que provocó la pandemia. Recientemente, una de las parejas se ha mudado a las afueras donde seis meses después se reúnen nuevamente. Allí comen, comparten inquietudes, juegan al ping-pong, reflexionan sobre nuevas filosofías y pasean por la sierra.

Sabe dotar de una personalidad singular a cada personaje. Eso le permite componer un cuadro representativo de la llamada generación millennial y tocar diferentes asuntos, sin centrarse completamente en ninguno. Las ilusiones frustradas, ser padres por primera vez, el miedo al aborto indeseado, resistirse a madurar, el dilema campo o ciudad, asumir ideas que parecen utópicas y hasta la globalización emergen como apuntes deslavazados.

En su ajustado metraje (64 minutos) tampoco hay espacio para conferir entidad a tantos argumentos, por lo que esas pinceladas fluyen y se evaporan con facilidad, sin dejar poso, pese a lo agradable del visionado.

El apartado del relato que mejor funciona reside en sus notas cómicas, introducidas mediante sutiles ironías. Sorprende lo imprevisible del cierre que rompe el discurso cinematográfico. Aun cuando todo cuanto le precede presenta unas formas próximas a las de un falso documental, disipa bruscamente cualquier especulación acerca del rumbo que pudiera tomar el desenlace.

La música ocupa un papel destacado y adquiere una relevancia, en ocasiones excesiva, sin que sea discutible la extraordinaria calidad de los temas escogidos.

El reparto cumple sobradamente, si bien se imponen ligeramente las actrices, Itsaso Arana (La voluntaria) e Irene Escolar (La corona partida) a sus compañeros, Vito Sanz (Las leyes de la termodinámica) y Francesco Carril (La reconquista).

Crítica de Eduardo Casanova

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