La idea de partida es realmente propicia para un desarrollo todavía más descacharrante del que presenta esta aceptable comedia francesa. Sigue la estela de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014) sin alcanzar las mismas excelencias. Con todo, ofrece momentos muy divertidos, muestra una agilidad narrativa encomiable y satiriza unos aspectos familiares bastante comunes. Muchos gags mejoran en la pantalla gracias al buen trabajo de sus veteranos protagonistas.

Chantal y Christian disfrutan de una jubilación tranquila, sin embargo, apenas ven a sus hijos desde que abandonaron el nido. Cuando les comunican que no irán a celebrar la Navidad con ellos, se llevan un gran disgusto. Dispuestos a recuperar su atención, deciden hacerles creer que les ha tocado la lotería, concretamente 18 millones de euros. Con diferentes trampantojos logran crear las apariencias precisas y el objetivo deseado; no obstante, pronto descubrirán el único motivo del súbito cambio de actitud que han experimentado los chicos.

Alexandra Leclère, directora y guionista, no duda en exagerar moderadamente los rasgos de los personajes aplicando recursos propios del género. Consigue así, de forma asumible, reforzar su vis cómica, ya que le interesa fundamentalmente provocar la carcajada del espectador, sin caer nunca en el mal gusto. Queda en segundo plano la crítica mordaz al extendido egoísmo de los jóvenes desapegados.

Tarda en arrancar, pero llegado el momento en que la pareja empieza a desplegar los distintos artificios engañosos crece el tono hilarante. Concatena con fluidez situaciones chocantes que derivan a los terrenos del enredo. En esa espiral, cuya ingeniosa resolución no se atisba, los secundarios añaden unas simpáticas notas de humor blanco.

Sabe redondear la historia con un inesperado desenlace, invitando a esbozar una sonrisa ligeramente maliciosa que permite abandonar la sala con gratas sensaciones. Además, no estira innecesariamente el metraje (95 minutos) y evita dramatizar sobre el tema que verdaderamente subyace en el relato.

La veterana Josiane Balasko (Vuelta a casa de mi madre) domina plenamente su registro. No le va a la zaga Didier Bourdon (Fanfan la Tulipe); ambos se compenetran perfectamente. Los acompañan Marilou Berry y el televisivo Cédric Ben Abdallah, quienes cumplen con mayor discreción.

Critica de Eduardo Casanova

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