Muy pronto adquiere las hechuras de un thriller rutinario y en esa línea sigue hasta el final. Apenas sorprende y desde el principio se aprecian detalles que encajan mal. La fluidez con que transcurre y la implicación de los actores son sus puntos fuertes, aunque el casting no haya estado completamente acertado al asignar los personajes. Los giros narrativos no causan el impacto que pretenden, y espeluznan bastante más algunas imágenes abiertamente truculentas e incluso repulsivas. Al margen de ser el remake del filme israelí Big Bad Wolves (2013), se intuyen otras influencias reconocibles.

El inspector Alonso lleva tiempo investigando los crueles asesinatos de varias niñas ocurridos en Andalucía. Cree que Elías, un profesor de música divorciado, fue quien las mató y por eso le acosa constantemente, pero no tiene pruebas incriminatorias. Las cosas se complican cuando Matilde, madre de la última víctima, se toma la justicia por su mano. Esta joven expresidiaria se propone secuestrar al sospechoso con intención de torturarlo. Sin haberlo previsto, involucrará también al agente, obligándolo a que se convierta en su cómplice. La sargento Vidal intentará localizarles antes de que sea demasiado tarde.

Después de un preámbulo poco elocuente, asistimos a unos compases iniciales en los cuales ya se aprecia la precipitación con que escenifica sus argumentos. Tras describir a los protagonistas someramente, se recrea en una odisea gore y claustrofóbica. Intenta reparar los vacíos de información con diálogos y flashbacks que no aportan demasiados datos.

En un contexto tan tétrico, introduce ligeras notas de humor negro que no casan bien con esa situación. Surgen sin ninguna naturalidad, siendo totalmente prescindibles. El desenlace y particularmente el epílogo conectan directamente con la magnífica, Prisioneros, de Denis Villeneuve.

Si esta nueva versión del guion original no es redonda, la labor del director Gustavo Hernández tampoco brilla, salvo por la agilidad que le imprime. Además, la banda sonora no siempre se aplica convenientemente.

Javier Gutiérrez domina el papel y demuestra su solvencia superando ampliamente al resto del elenco. Aun así, se debe reconocer el irreprochable trabajo de Rubén Ochandiano y el compromiso que muestra Adriana Ugarte en un rol nada habitual donde cuesta verla. Juana Acosta, Antonio Dechent y Fernando Tejero saldan sus participaciones discretamente.

Critica de Eduardo Casanova

 

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