Calabacín es un niño que ha propiciado accidentalmente una gran tragedia en su vida. En la anterior entrega de los Oscar en la categoría de mejor película de animación La vida de Calabacín  se enfrentó a titanes cono Zootrópolis, Kubo y las dos cuerdas mágicas o Moana. Francamente no creo que nadie apostase realmente por esta producción francesa de 66 minutos dirigida por Claude Barras basándose en la novela de Gilles Paris. Las previsiones se cumplieron pero tal y como hemos comentado en alguna ocasión la ceremonia sirvió para poner el foco sobre esta interesante película de stop-motion.

Estamos ante una conmovedora historia en la que se nos cuenta como después de que la unidad familiar quebrase o fallase estrepitosamente un grupo de niños abandonados reconstruyen una familia distinta tras los muros de un orfanato. Es conmovedor ver como trazan lazos de amistad y apoyo entre ellos y los adultos que los custodian y como afrontan un futuro esperanzador después de acarrear todos elllos grandes tragedias.

En gran mérito de la película es tratar temas dramáticos de una forma sutil sin que el mensaje pierda fuerza y no haciendo un espectáculo de la tragedia. También de que unos  maravillosos muñecos tomen vida y encarnen perfectamente a unos personajes que recordarás después de haber visto la película.

El casting original para las voces está compuesto por niños no profesionales mientras que para los adultos si contaron con actores con experiencia. Los muñecos median unos 25 centímetros y estaban hechos de látex, resina y silicona. El coste de la producción fue de 8 millones de dólares y está íntegramente rodada en los estudios de Pole Pixel en Villeurbanne, Lyon.

En el cine de animación además de grandes espectáculos para toda la familia también hay sitio para estas pequeñas historias a las que desborda su grandeza. Una gran y emotiva película.