Las elevadas ambiciones que deja entrever esta secuela, dirigida a presentar una película adulta y compleja, traicionan el resultado, muy alejado de sus objetivos e incapaz de superar a su sencilla pero eficaz antecesora. El acercamiento a los traumas y miedos de cada personaje, acicalado con continuos flashbacks, no justifica los 165 minutos de metraje. Pese a que nunca decae por completo, cansa. El recorrido por los diferentes tipos de terror imaginables a través de los protagonistas multiplica el capítulo en un cúmulo de episodios singulares que espacian las secuencias auténticamente apreciables, aquellas en las que se reúnen los antiguos amigos.
Pennywise reaparece en Derry 27 años después, cumpliendo con la leyenda local. Mike, es el único de la pandilla que sigue viviendo en el pueblo, así que, de acuerdo con el juramento que hicieron tras doblegar al payaso demoníaco, telefonea a sus viejos colegas, ahora bastante distanciados y les insta a que regresen de inmediato. Lo que comienza siendo un reencuentro agradable tomará un cariz bien distinto cuando tengan que enfrentarse otra vez con su peor pesadilla.
Las escenas iniciales son verdaderamente prometedoras, tanto las que corresponden al preámbulo como al primer y liviano repaso a las circunstancias actuales de los chicos que conocimos en It; incluso se permite sorprender con algunas reacciones ciertamente imprevisibles.
Superada la introducción, el relato se resiente de pronunciados altibajos. Pretende sobresaltar al espectador a toda costa agotando la retahíla de recursos del género descuidando el conjunto. Al mismo tiempo, no renuncia al siempre agradecido toque nostálgico con esas continuas miradas al pasado de las cuales termina abusando.
El otrora aterrador clown ha perdido parte de su capacidad para asustarnos, lo que intenta compensarse con alternativas atrevidas, aunque de acierto desigual. Ello se pone particularmente de manifiesto en los alargados y farragosos compases finales donde maneja formas y resortes que llevan las imágenes a unas cotas exageradas, dominadas por los efectos visuales y difíciles de digerir.
Los actores que conforman el nuevo reparto encajan perfectamente con sus respectivos roles y nada se les puede achacar. Desarrollan unas interpretaciones que contribuyen a mantener la atención, destacando especialmente Jessica Chastain, James McAvoy y Bill Hader, quien se encarga de aportar unas ocasionales y agradecidas pinceladas cómicas.
Critica de Eduardo Casanova

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