DreamWorks repite la fórmula de la exitosa El bebé jefazo (2017) y sin sorprender tanto, consigue llevar a la pantalla una buena propuesta familiar que hará las delicias de los niños y divertirá a los adultos por su sentido del humor. La animación cuida hasta los últimos detalles, a tal punto que se antoja imposible captarlos todos; además, expresa con claridad los mensajes que quiere trasladar al público.

Tim se ha convertido en un marido y padre ejemplar, aunque vive distanciado de su hermano Ted, que sigue triunfando en los negocios de altura. No obstante, como sus dos sobrinas echan en falta al generoso tío rico, se las ingenian para que se digne a visitarlas. Durante la inesperada reunión, la pequeña Tina revelará unas capacidades increíbles. Realmente es la espía más cualificada de la agencia infantil Baby Corp y tiene una misión que cumplir: desbaratar los perversos planes del doctor Armstrong, director del colegio de Tabitha, la hija mayor de los Templeton. La consecución de ese objetivo precisa un par de colaboradores con experiencia.

Exhibe siempre un ritmo fluido que nunca le condena a atropellarse. Su ingeniosa introducción resume rápidamente los años transcurridos desde la infancia del protagonista y nos sitúa en el inicio de la nueva aventura. En esos minutos también adelanta uno de los motores principales del argumento: el amor paternofilial vinculado a la responsabilidad y preocupación constantes.

Superados los preámbulos, se luce con una carrera frenética que discurre por el centro de la ciudad salpicada de imprevistos e incidentes bien ligados. Al pasar la acción a la escuela, concatena las mejores secuencias cómicas en el inquieto parvulario. Se aleja ligeramente de ese tono cuando entra en escena el villano profesor, muy convencional, y pierde energía en los momentos previos al vibrante desenlace.

El guion acierta con varios de los personajes secundarios, cuya caracterización se traduce en simpáticas aportaciones. Tal es el caso de un temperamental poni, una alumna espeluznante y del bebé aficionado al pegamento.

espeluznante y del bebé aficionado al pegamento.

La resolución recupera fuerza y enfatiza los valores ya avanzados, agregando una sutil e incisiva advertencia, a modo de graciosa metáfora, sobre la excesiva dependencia del teléfono móvil, que abre la ventana a manipulaciones externas.

Las canciones y la música, obra de Steve Mazzaro y Hans Zimmer,  ponen la guinda a este aceptable estreno, que cumple con las expectativas.

Critica de Eduardo Casanova

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