Cabe pensar que el título es poco afortunado, pero ello no debería mermar la atención hacia este fresco e interesante film sobre la adolescencia que aborda diversos aspectos de esa edad difícil tomando una perspectiva actual. Transita con fluidez del choque de ideas tradicionalmente irreconciliables a temas íntimos y lo hace sin excederse en dramatismos, apostando por aportar lecturas tolerantes. Además, no se priva de sorprender con detalles que alcanzan a su eficaz epílogo.

Al enfermar su abuela, Camila debe dejar La Plata e instalarse con su familia en Buenos Aires. Allí comienza el curso en un instituto de talante conservador, justo lo contrario al pensamiento liberal que ella defiende con total implicación. El carácter temperamental de la joven choca con sus nuevos compañeros; no obstante, consigue ganarse algunas amistades que le permitirán experimentar distintas emociones.

Esta historia de autodescubrimiento transcurre con agilidad gracias a la buena realización de su directora, la argentina Inés María Barrionuevo, que acerca la protagonista al espectador. Con sencillez acierta a dibujar un universo que hoy comparten muchos jóvenes, donde la participación en las redes sociales, el sexo y la forma de expresar sus sentimientos fluyen con espontaneidad, obviando prejuicios pretéritos. Esa visión le facilita también la escenificación del conflicto generacional con diferentes matices, que van desde la fricción agria al intento de comprensión mutua.

Al adentrarse en circunstancias más singulares, ligadas a los personajes, nunca se pierde en estirar la ficción, incluso encaja sin estridencias el inspirado guiño final, con aires irónicos, redondeando un largometraje cuyo visionado deberían compartir padres, hijos y educadores.

La manera en que se ha rodado aproxima las imágenes a las de un falso documental, proyectando un mayor realismo.

El reparto de prometedores actores rinde con el grado de naturalidad que exigen las texturas técnicas escogidas. Si bien Nina Dziembrowski conduce la película, el resto del elenco no merece menos reconocimientos, generando la complicidad precisa en cada instante.

Crítica de Eduardo Casanova

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